enero 9, 2020

Mi hijo no come

Una consulta muy frecuente entre los padres y motivo de gran preocupación es: Mi hijo no come  ¿qué puedo hacer?. Ante esta inquietud primero se debe descartar un proceso patológico de base con el pediatra (suele acompañarse de dolor abdominal, náuseas…). Una vez excluido el problema ¿cómo podemos ayudar al niño?

  1. Introducir los alimentos que sean nuevos para el niño de forma progresiva y siempre al principio de cada comida, que es cuando el niño tiene más apetito. Siempre acompañarlo de otro que guste más para lograr una mayor aceptación, por ejemplo: espaguetis con carne y verduras. Para que el niño lo incorpore a su “carta de gustos”, debe repetirse el plato entre 8 y 10 veces (no de manera consecutiva, espaciado en el tiempo)
  2. Es erróneo usar los alimentos como premio o castigo porque interfiere en el aprendizaje de unos hábitos alimentarios apropiados. La paciencia prima en estos casos ya que un niño que no come es a veces un niño “manipulador”.
  3. Diversificar los alimentos: Incluir todos los tipos de alimentos, hacer una dieta variada y comer en pequeñas tomas, estimula el apetito y crea hábitos alimentarios sólidos para la edad adulta.
  4. Enriquecer los alimentos: Aumentar la densidad calórica a la vez que nutritiva añadiendo a los platos almendras trituradas, leche en polvo, yema de huevo …
  5. Llevar un horario regular de comidas: Evitar que el niño coma entre horas. Si el niño no come durante una comida es mejor esperar a la siguiente. Los padres decidimos lo que deben comer nuestros hijos, pero las cantidades a comer las deciden ellos mismos. El hecho de cumplir horarios sin picar entre horas ni adelantar tomas es fundamental para regular el apetito.
  6. Evitar alimentos que quitan el apetito y carecen de valor nutritivo: En la etapa de la niñez, y mucho más si el niño es inapetente, es fundamental el facilitarles la adquisición de hábitos alimentarios saludables ofreciendo una comida sana y equilibrada. Por ello el consumo de ciertos alimentos debería ser extraordinario, ya que además de reducir el apetito no asienta bases alimentarias saludables. De cualquier modo, no se debe prohibir de forma severa ningún alimento (pastelería, bollería, golosinas, snacks, refrescos…) ya que puede hacer más atractivo su consumo.
  7. Dar importancia al hecho de comer: preparando una mesa correctamente presentada, disponiendo los alimentos de manera atractiva y de la misma manera que lo coman los padres (no es necesario hacer esculturas con forma de ratón con las aceitunas y los tomates, puesto que eso separa de la realidad y de lo cotidiano). Los niños más mayores pueden ayudar de manera guiada a la confección de su dieta y en la preparación de la mesa.
  8. Si el niño tiene edad debe comer por sí mismo: sin distracciones y en un tiempo prudente, unos 30 minutos. Muchas veces el niño se niega a comer ya que no permitimos que se alimente por sí mismo (porque se alarga el tiempo de la ingesta y se pone todo perdido). Debemos concederles esa independencia.  Mi hijo no come
  9. El niño debe comer en la mesa con su familia (no antes ni después, puesto que ellos aprenden por imitación). Los padres y las personas que se encargan de la alimentación del niño deben tener una actitud frente a la comida de tranquilidad y firmeza. A medida que los niños crecen van aceptando una variedad alimentaria. En esto influyen los hábitos culturales y, sobre todo, las preferencias alimentarias de los padres. Estos patrones de selección comienzan su desarrollo desde la infancia temprana. Por ello la importancia de comer en familia.
  10. Potenciar el ejercicio físico del niño: la actividad física aumenta el apetito y favorece el desarrollo psicomotor y psicosocial del niño.
  11. La comida debe ser una experiencia grata: crear un ambiente relajado y familiar, sin gritos ni presiones

Datos a tener en cuenta:

  • Suele aparecer una crisis de inapetencia justo a los 12 meses. Esto se debe a que se frena la velocidad de crecimiento y por tanto no se precisa la misma cantidad de alimento. A partir de los cinco años aumentará el gasto calórico y por lo tanto las necesidades.
  • Los niños tienden a rechazar los sabores nuevos por simple supervivencia a base de hacer bola, escupir e incluso vomitar. Ampliar la carta de sabores también lleva su proceso de maduración y como todo en el niño, es diferente para cada uno.
  • En ciertas ocasiones la negativa del niño a ingerir ciertos alimentos (leche, gluten, huevo…) puede estar provocada por una sensibilidad debido a la inmadurez de su organismo (puede ser indicativo de una intolerancia o una alergia)
  • Los tónicos estimulantes del apetito son poco aconsejables, salvo excepciones, ya que, son psicofármacos que actúan sobre el centro cerebral del apetito y su efecto desaparece en cuanto se deja el medicamento.
  • Huir de estrategias obsoletas como la de guardar la comida para la cena. Poner en el plato la cantidad que coma el niño (aunque sean tres cucharadas). Si tiene hambre pedirá más. Y no olvidar nunca que las raciones de niño no son como las de los adultos. Para la mayoría de los padres “no comer nada” significa que el niño no come lo que ellos creen que necesita.  El pequeño estómago de los niños admite pequeñas cantidades, es decir, muchas calorías procedentes de alimentos altamente nutritivos, pero en poco volumen.
  • Niños sanos y que comen bien tras una infección gastrointestinal o respiratoria pierden el apetito. Esta es una fase transitoria y debe respetarse para no confundir al niño.
  • En ocasiones se persuade al niño con los beneficios que le aporta el comer determinados alimentos, y debemos comprender que el todavía no lo entiende.

También se puede dar en los niños problemas de alimentación de base sensorial, éstos son tratados por Terapeutas Ocupacionales especializados en el Enfoque de la Integración Sensorial. Según Sara Rodriguez Hall, Terapeuta especializada en este tipo de problemas “un niño con problemas de integración sensorial, tiene la dificultad de procesar los estímulos que le llegan desde el exterior, en este caso la comida, para tener una buena respuesta adaptada a dicho estímulo (el alimento).

Las dificultades en el procesamiento sensorial pueden afectar seriamente la alimentación de un niño. La alimentación de por sí, hoy en día, además de ser una actividad básica para sobrevivir, es un acto para socializar y establecer relaciones. ¿Cuántos padres dejan de salir a comer a restaurantes porque sus hijos tienen pataletas por no querer comer, porque solo comen 4 tipos de alimentos o porque comer para ellos simplemente es una tortura?

 La alimentación para que sea adecuada, además del componente nutritivo, requiere la coordinación de varios componentes, como habilidades motóricas (el saber masticar y mover la lengua dentro de la boca) cognitivas (ejecutar dichos movimientos en secuencias) y sensoriales (el reconocer, discriminar y adaptarse adecuadamente a las texturas, sabores, olores, densidades etc.)

Cuando hay un problema de desorden sensorial hay varios problemas que se pueden relacionar con la alimentación.

A nivel táctil, puede afectar la alimentación de dos maneras muy distintas. El niño puede tener una hipersensibilidad táctil (les molesta el tacto y reaccionan de manera exagerada a él). Esto desde el punto de vista de la alimentación se puede observar de la siguiente manera: rechazo a probar alimentos o texturas nuevas, come solo el mismo tipo de comida, cocinada de la misma manera, reacciones de miedo o desagrado al contacto con la zona oral de la boca, arcadas cuando encuentran la típica hebra en el potaje. Estos niños también puede que les moleste el lavado de la cara y dientes. Los patrones de evitación, son únicos para cada individuo, aunque todas van a provocar estados de alerta y problemas conductuales.

Después nos encontramos los niños opuestos, con hiposensibilidad táctil, que no son capaces de registrar los estímulos táctiles. Son los que necesitan una gran cantidad de estímulo para ser consciente de éste. Son los niños que comen en trozos grandes y llenan la boca totalmente de alimentos. No perciben cuando tienen la boca sucia o restos de comida en los alrededores. NO se dan cuenta cuando un alimento está muy caliente o salado.

          Otro problema es a nivel propioceptivo. El sentido de la propiocepción es el que nos da la información sobre la posición de nuestros músculos y articulaciones. Nos permite saber cómo movernos en el espacio, relacionarnos con el ambiente y qué cantidad de presión ejercer al manipular diferentes objetos. Si hay una disfunción a nivel propioceptivo, puede que observemos a niños con pobres habilidades orales motoras, son los que tendrán dificultades para graduar la apertura de la boca, para mover la lengua de manera coordinada para formar el bolo alimenticio. Pueden llegar a tragar el alimento sin apenas masticar o se llenan la boca con grandes cantidades de alimentos para poder masticarlos.”

El principio de una buena digestión comienza con el masticado correcto de la comida. Por ello los padres debemos ser astutos observadores del proceso alimentario de nuestros hijos de principio a fin.

Mi hijo no come, y después de seguir estos consejos  sigue sin comer. En este caso, consultar con un asesor nutricional puede ser de gran ayuda. Por otro lado, si le hemos ofrecido alimentos nutritivos de todos los grupos, será el pediatra el que valore la necesidad de incorporar suplementos y vitaminas.

Una vez conocidos estos consejos, puedes consultar cualquier duda.

¡Nos vemos en el próximo post!

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